cara esculturaEl comienzo del siglo XXI ha inaugurado una era global, de igual manera que el inicio del XIX inauguró “la era boquiabierta”, caracterizada por el creciente número de personas que perdió el miedo al interior de sus propias bocas, atreviéndose a mostrar en público sus sonrisas dentadas.

En la primera entrega señalé que los dientes son una parte del cuerpo casi ausente de la historia del arte –huérfana de sonrisas dentadas. En la segunda expliqué que la difusión de la odontología posibilitó que los dientes permaneciesen dentro de la boca de sus dueños durante más años y en mejor estado. Pero para que los europeos se atreviesen a exhibir sus sonrisas dentadas fue preciso pasar del “pienso, luego existo” al “esta boca que ves es mía, luego existo”.

En otras palabras, mientras los dentistas habían comenzado a cambiar para siempre el paisaje óseo de las bocas humanas, otra transformación clave aconteció unos centímetros más arriba, en el cerebro, pues fue allí donde cambió la manera de entender qué es un ser humano. Y la boca tuvo mucho que ver en ello.

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