Las siguientes líneas sólo pretenden ser una base de reflexión con intención de generar debate. Cualquier estudio en el ámbito de las ciencias sociales que incluya la dimensión del género, debería reflexionar sobre el campo –tan olvidado en la sociología del género– de las masculinidades. El estudio de las masculinidades en épocas de cambio lleva parejo un debate entre el mantenimiento de la masculinidad tradicional hegemónica que no permite la evolución “correcta” y democrática de las sociedades, y una redefinición de la identidad del varón, comprensivo y con capacidad para expresar sus sentimientos, que tendría una función adaptativa pero a la vez, aún hoy en algunas partes de España, poco aceptada. Preguntémonos pues: ¿Necesitamos un héroe? –Entiéndase las características que se desprenden de él– Pido que la respuesta a esta pregunta no sea contestada sin meditarla detenidamente.

La concepción del héroe es un ejemplo del exponente de la masculinidad hegemónica ya que es un “varón que produce y reproduce, que está en la cima de lo socialmente prescrito, y que por ello espera recibir los parabienes sociales que reconozcan sus logros” (Guasch 2006: 45). La heroicidad, en la que el varón persigue el reconocimiento social, es el objetivo máximo de cumplimiento del tipo ideal de masculinidad. Pero la diversidad actual en la configuración y gestión de representaciones sociales asociadas al género ayuda a reflexionar sobre la posible crisis, apuntada por varios autores, de un modelo de masculinidad hegemónica tenido por constitutivo y estructurador de las sociedades “modernas”. Algunos autores lo plantean como algo positivo y coyuntural, algo así como una metamorfosis de la sensibilidad masculina. Otros expresan una visión más negativa de sus consecuencias, poniendo de relieve que estos cambios suelen ser factores de desestabilización emocional  –no sólo para el varón que lo experimenta– en tanto que ponen en entredicho la seguridad de lo conocido.

Héroe masculinidadesUn ejemplo de una premisa que ejemplifica esta perspectiva desde la óptica de la modernidad, nos la ofrece Enrique Gil Calvo en su obra Los dilemas del varón posmoderno: “Ya no se sabe ejercer con propiedad los papeles de padre, marido ni amante y antes que desempeñarlos torpemente se prefiere regirlos” (1997: 39). Esta idea puede considerarse un tanto extrema pero es plausible en ámbitos de la geografía española con valores tradicionales muy arraigados. El honor ha pasado de ser entendido en términos de reputación social a tener un sentido de integridad y dignidad moral interiorizados. Pero el ideal de masculinidad, ahora y siempre, puede convertirse en una herramienta de manipulación que facilite la humillación y la vergüenza: “eres un hombre y debes comportarte como tal”. De la aplicación individual del honor, se derivan los sentimientos de vergüenza y de culpa; sentimientos que también puede sufrir el varón. El sentimiento de vergüenza es una emoción eminentemente social. Este sentimiento puede responder en parte a un distanciamiento de las expectativas de rol. Los supuestos de cómo deben comportarse las personas en relación a su género afectan al aspecto emocional de sus vidas a la vez que legitiman ciertos comportamientos considerados como deseables o debidos. Dichas expectativas de rol evidencian formas sutiles -y en ocasiones no tan sutiles- de control social.

El Nacionalismo enarbolado por el lema “Todo por la Patria” de la España franquista y del órgano militar que representa a la perfección el ideal de masculinidad hegemónica ha sido substituido por una necesidad de imagen de progreso y modernidad que pasa por la igualdad efectiva entre varones y mujeres y que por ende demanda una imagen social del varón acorde con ello. “Muerte, sacrificio y honor” asociados a la masculinidad han derivado a conceptos ideales relacionados con la imagen de igualdad, honestidad y respeto mutuo. Con esta observación, se comprueba la confusión entre los nuevos papeles y las normas tradicionales con una serie de expectativas de conducta heredadas de antaño. La incertidumbre en torno a la identidad masculina puede responder a la existencia actual de diferentes modelos de representación social del varón que suscitan modos de experimentar el género así como de expectativas contrastadas de concebir y valorar las relaciones sociales.

Los imaginarios sociales crean constructos susceptibles de expandirse en la sociedad y dichos constructos se integran y se asimilan en los imaginarios sociales. La complejidad de la realidad social establece expectativas cambiantes sobre lo que “debe ser” un varón y una mujer. ¿Cómo debemos reaccionar a ello? ¿Debemos adaptarnos a aquello que se nos ofrece? ¿Podemos detectar de forma clara los referentes a los que podemos acogernos? Sin pedirle al lector mucho más, me gustaría que hiciera el esfuerzo de formular por sí mismo la última pregunta que concluya las líneas escritas o, en todo caso, responder a las planteadas.

Bibliografía:
Gil Calvo, Enrique (1997) El nuevo sexo débil: Los dilemas del varón posmoderno. Madrid: Temas de Hoy, 204 pp.
Guasch, Oscar (2006) Héroes, científicos, heterosexuales y gays: Los varones en perspectiva de género. Barcelona: Ediciones Bellaterra, 155 pp.

 

  1. Heterodoxia Hombres Igualdad says:

    “VIDAS DE HOMBRE(S).” Este libro habla de hombres, de sus ilusiones y de sus pasiones. Incluye doce relatos de vida escritos por sus protagonistas. Son autores que buscan contarnos sus miedos y sus ilusiones. Son hombres que eligen compartir lo que sienten. Quienes participan en este libro son de lo mejor que tenemos para revisar y criticar las maneras de ser hombre hoy en día vigentes. A través de los relatos se conocen las experiencias masculinas de sus autores. En ese sentido, la lectura es flexible y depende del orden que quien lea le otorgue. Los relatos buscan dar a conocer las prácticas vitales, las estrategias, y las adaptaciones desarrolladas por estos varones. En los relatos destaca la importancia del conocimiento basado en la experiencia y que permite elaborar teoría basada en la vida. Lectores y lectoras disfrutarán de los textos; pero, especialmente, muchos lectores se reconocerán en alguno de ellos…

    Oscar Guasch (ed.), Jose Ángel Lozoya, Laurentino Vélez-Pelligrini, Jordi Roca Girona, Fernando Sáez, Vicent Borràs, Sergio Piñar, Alberto del Campo Tejedor, Eduardo Lizardo González, Toni y Àlvar, Miguel Ángel López Ramales

    http://masculinidades.wordpress.com/2012/05/26/relatos-de-vida-vidas-de-hombres/

  2. Cronos says:

    El constructo de la realidad de genero y la normativización social sobre los roles de genero que, en concreto, la sociedad española ha heredado del periodo de la dictadura está, como muy bien apuntas tú, firmemente arraigado, o enquistado en el imaginario colectivo, y no de una manera precisamente progresista. Es una evidencia comprobable cotidianamente que se tangibiliza en cada aspecto del tejido social. Desde el uso del lenguaje hasta las diferencias salariales, pasando por la sociabilización primaria y secundaria que reciben los individuos de ambos géneros, que no hacen más que reproducir un sistema de control social que si se transformase, trastocaría todo el mecanismo estructural debido a que se produciría inevitablemente un trasvase de poder que evidentemente, los que lo ostentan, es decir, el patriarcado hegemónico tradicional, no tienen ningún interés en que se produzca.
    Por otro lado y en referencia a la pregunta que planteas para debate, los referentes están cambiando pero de forma escalonada y espúrea, de tal modo que la hegemonía desacredita los pequeños cambios en valores y actitudes mediante mecanismos de desprestigio o vergüenza para que el cambio real no reúna fuerza social suficiente para llevarse a cabo.

  3. Raul Garcia says:

    En respuesta a la ultima pregunta: ¿Los hombres y mujeres pueden adaptarse a un pensamiento híbrido entre masculino y femenino? ¿Que beneficios tendría? Creo que estas dos preguntas plantean un nuevo orden, dado el gran numero de familias mono-parentales que hay hoy en día el numero de personas criadas por una sola madre o un solo padre asciende dramáticamente sin tener conocimientos de como afectara a estas personas.

    Creo que este fenómeno acabara por destruir la imagen de familia que la iglesia a querido mostrar desde sus inicios y creara nuevos individuos con planteamientos diferentes al resto de la sociedad criada en casas con familias consolidadas, aportando (o no) nuevas ideas a la sociedad.