Directo y al punto.
SAMATO. Sociólogo empírico.
En tiempos de pobreza la desesperación de la gente genera soluciones arriesgadas, la mayoría fuera de la ley. Así vemos como las historias se repiten una y otra vez, en su día el opio, el alcohol o el tabaco fueron substancias prohibidas y sin embargo sumamente atractivas. Desde siempre han existido personajes que saben hacerse un hueco para saciar lo apetitos de consumo de una sociedad de lo más variada.
En países pobres, donde la renta per cápita es baja y muy por debajo de los estándares mínimos de manutención para un individuo, la salida de muchos es caer en las redes del narcotráfico. Así campesinos, transportistas, laboratorios clandestinos, centros de expedición, promotores y vendedores ambulantes forman parte de una plantilla laboral. Se ven atraídos por el miedo, el poder, el dinero y la fuerza. Con el tiempo estas redes han ido aumentando su poder. Primero abastecen los mercados con sus productos básicos: hachis, marihuana, cocaína y psicotrópicos. Pero hoy estas organizaciones, bien estructuradas y con gente capacitada, se introducen en el mercado formal de las naciones, a través de la política y el desarrollo social. Al igual que ocurre en las grandes empresas, estas organizaciones añaden a sus capacidades el secuestro, robo en carreteras, control de productos ilegales, derecho de piso de los comercios establecidos, control de los comercios no establecidos, partes automotrices y coches robados, prostitución, prestamos, apuestas y una lista de interminables actividades. Los beneficios (monetarios) son incalculables y esto les ayuda a financiar posiciones de poder dentro de las naciones que utilizan para sus negocios.
El hambre y la incultura son dos aliados importantes. Son promotores incansables de una red de empleados cada vez mayor. Es mejor “una buena vida corta que una mala y larga”, es la frase que repiten para que estos grupos aumenten sin control, reclutando a toda clase de personajes. Es tal y como sucede en las compañías de negocios, dejando que escalen posiciones según su accionar. Para lograr un ascenso rápido se necesitan pocos escrúpulos y una predisposición a la obediencia ciega. Al igual que el legendario Aquiles estos personajes aspiran a la inmortalidad. Ya sea por que un corrido canta sus hazañas o bien por que su cabeza se ha convertido en una de las más buscadas en los carteles de captura. La compensación y la fama van ligadas por el monto de recompensa.
Su modo de actuar es claro. Al igual que los antiguos conquistadores van apoderándose de barrios, ciudades, regiones y al final países. Llegan sin anunciar y envenenan a la población con droga barata y fácil de conseguir. Acostumbran paulatinamente a niños/as, jóvenes y adultos a la adicción, para hacerse imprescindibles y necesarios. Así consiguen poder para conectar con autoridades y políticos ante una situación que puede redituar a ambas partes como socios con intereses comunes: solventar las necesidades de la población. Es decir, esta mal, pero no podemos evitarlo, no podemos ir en contra de la voluntad de un ser humano que a través de su libre albedrío elige su propio camino.
Después de conseguido este paso el narcotráfico ya no tienes limites. Medir su posible crecimiento, una vez establecidos, es inimaginable. Así es como responde una sociedad egocéntrica donde importa poco lo que le pueda suceder a un semejante. Las respuesta de que cada quién hace con su vida lo que quiere es la excusa para quedarse inmóvil y ver como las situaciones suceden una tras otra. Las personas se dan por aludidas hasta que llegan a ser una victima de la rueda. Se puede decir que las personas ignoramos esta situación, siempre y cuando no nos afecte. Los carteles realizan campamentos de formación para sus nuevos integrantes, preparándolos para un mundo que ellos mismos están creando. Se les adiestra sobre armas y comportamientos psicológicos y sociales para influenciar tanto al individuo como a la sociedad.
Estos elementos llegan a formar una unión casi de hermandad. Es una forma de ser y de creer en donde no se admite la traición. Por supuesto que bajo unos conceptos muy arraigados al temor. Saben que la no obediencia representa un castigo ejemplar con la muerte, incluida la tortura como fin y el ver sacrificadas a sus familias. Estos grupos han avanzado gracias a los múltiples beneficios que les aporta el capital y tienen bajo su estructura abogados, ingenieros de sistema, administradores, financieros, economistas, sociólogos, jueces, policías, políticos, médicos, y banqueros. Todos ellos empleados y contratados ya sea por dinero o por amenazas en contra de los vínculos familiares. Así tejen una red y una infraestructura enorme mezclando negocios de éxito con el dinero del narcotráfico, generando cadenas de servicio, transporte, restaurantes, antros, hoteles, agencias automotrices, hospitales, inmobiliarias, casas de bolsa e incluso bancos. Logran confeccionar telarañas impenetrables para detectar sus transacciones y poner en el mercado dinero lavado.
Un solo vistazo a las economías de muchos países nos dará la razón de la doble versión financiera de los mismos. Por una parte la economía formal y por otra, y en algunos casos de magnitud mayor, la informal. Algo que los grupos del narcotráfico saben utilizar. Su desaparición generaría al mismo tiempo un gran caos económico por la dependencia de la misma sociedad a esta economía. Por eso urgen las soluciones, sencillas y prácticas en donde se debe responder a una pregunta fundamental sin dramatismos y sin discusiones estériles apegadas a una supuesta sociedad sin pecado: ¿Se debe legalizar esta economía informal, incluida la droga al igual que en su día se hizo con el tabaco y el alcohol? Que ha ocurrido con los países que han adoptado el si a esta cuestión. Quizás ahí este la respuesta a una situación que con el tiempo se esta haciendo incontrolable y que nos lleva sin darnos cuenta al ser humano a su definición más animal.
Hoy por favor, no nos hagamos la estatua, donde solo hay una imagen sin sentimientos, todos estamos afectados. Hoy quizás es un buen día para juntar voces y decir basta. Es hora de adquirir una conciencia social mayor, que nos recuerde que la existencia del ser humano esta dada para ser feliz y vivir en armonía (paz), en base al respeto y al amor que entre todos debería existir. Sería bueno que estas palabras nos sirvan para recapacitar y reconocer el problema.
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AlmaFer says:
Que difícil es juzgar la desesperación de la gente, ¡pero pues supongo que así funciona el mundo! Y si no lo hiciéramos, pienso que todo sería mucho peor, y el descontrol terminaría por enfermarnos a todos nosotros, que al final de cuenta, igual pasamos por situaciones complicadas y sabemos quedarnos en el buen camino. Estoy hablando por las personas como yo, como mi padre, mi familia en general, y la de muchos conocidos. Se necesita fuerza más que nada, para no perder nuestros valores en la primera de las tragedias. Lo veo como una batalla, y nuestra conciencia limpia, como la recompensa.
centro de drogodependencia says:
En parte juzgar a la gente por sus necesidades de vida me parece un poco apresurado si la consideraria como enfermedad social en el caso de gente que los usa como un medio para escapar a la realidad de su vida. En el otro caso por ejemplo de los agricultores o trabajadores que trabajan en las industrias lo veo como un modo de vida debido a que no tienen otra alternativa.
tratamiento contra el alcohol says:
Mas que enfermedad social es una consecuencia de la ausencia del estado y sobre que parte de la poblacion encuentra mayor llegada sobre la gente mas desprotegida y pobre a la cual el estado por lo general no ve solo cuando necesita su voto unicamente luego se desentienden de los mismos y permite el ingreso del narco .