Corrupcion - Fracaso de un sistemaNo es tan difícil entender por que nos cuesta a las sociedades latinas tener un modelo que nos de las principales alegrías para ser ciudadanos de una nación libre y democrática.

Un ejemplo claro es México. En ese país la principal causa que detiene el desarrollo es la corrupción, una palabra casi prohibida y que incluso  es ofensiva para las autoridades pero con la que nos acostumbramos a vivir e incluso se propicia por los mismos mexicanos en pro de un “supuesto beneficio” o para evitar problemas. La verdad es que entre mexicanos y mexicanas si valdría la frase de Jesús en el apedreamiento a María Magdalena. “El que este libre de pecado, que tire la primera piedra”. Y por ende todos/as están involucrados tratando de que el sistema les otorgue un beneficio personal mayor, cayendo en los términos del ego individual y olvidando por completo a la sociedad, al otro.

Cuando un sistema en todos sus niveles esta acostumbrado a la corrupción, se convierte en una adicción y por ende en una enfermedad en la que solo el tiempo pondrá fin con su defunción. La cura no solo es complicada, si no que entra en los límites de lo imposible. La aplicación de remedios solo genera bienestares momentáneos que a la larga suelen ser más perjudiciales. Por regla general los doctores encargados para ello acaban siendo afectados por dos de sus virus más contagiosos: el poder y el dinero.

La historia nos demuestra que las revoluciones, guerras internas, derrocamientos, terrorismo, asesinatos, y delincuencia son al final la causa de mortandad de la sociedad antes de generar cambios dramáticos.

Cambios que por lo regular generan peores condiciones de vida tal y como se demuestra en algunos países africanos y latino americanos. La sociedad harta de gobiernos en los que sus representantes ostentan riquezas, poder, y trafico de influencias pretenden cambios a través de supuestos Mesías de la clase desprotegida que acaban explotándolos hasta llegar casi al punto de la esclavitud.

Tres situaciones toman una importancia real a la hora de tomar una decisión que, con paciencia, pueda cambiar el rumbo de una sociedad que reporte esta enfermedad terminal, ambas difíciles teniendo en cuenta los “intereses creados” y en los que están involucrados en el Gobierno: partidos políticos, delincuencia organizada, autoridades, impartidotes de ley, administradores, empresas de gobierno, sindicatos, salud, educación, y sectores preferenciales (monopolios) del país en un largo etcétera que incluiría a otros ordenes.

La primera: la expedición de unas leyes sencillas y entendibles que se basarán de manera directa en la reparación del daño, la penalización y la propia sustentación por parte del infractor en su encierro, con juicios rápidos y orales. Siempre con una decisión mínima de jueces impares (tres o cinco). En estás leyes es claro que no habría ni amparo, ni mucho menos fuero, además de que los acusadores tendrían responsabilidad directa de las mismas y deberían por ende indemnizar en caso de falsedad. La expedición de una justicia rápida y sencilla de entendernos crea confianza, sobre todo en un pueblo en el que ven como la justicia es desigual y se aplica mal: beneficiando en una gran mayoría de casos a los más ricos (o influyentes) y dejando sin castigo a los infractores. La desconfianza de una sociedad sin leyes aplicables y claras en la que tienen ventaja los que ejercen el fraude, la violencia, el robo, el secuestro, el pago del derecho de piso, narcotráfico y un buen número de delitos imposibles de enumerar en memoria traen a cualquier país más infracciones, desestabilizad y delincuencia, y que producen marginación en las regiones menos protegidas, campo fecundo para los buscadores de nuevos transgresores de la ley, que arriesgan por dinero, poder, y quizás algo de fama; la vida.

La segunda se basa en la educación, solo un pueblo educado puede avanzar y transformar un país, ejemplos como los de Singapur, Finlandia, o Chile por mencionar algunos, es un ejemplo a seguir en este rublo. El progreso de estos países es un ejemplo de lo que se puede conseguir con una sociedad preparada y con juventud, que tiene a su favor el tiempo para generar cambios libres de “contaminantes”. Ellos/as son la esperanza para sociedades inmersas en este problema, las sociedades que tienden a basarse en el conocimiento pueden contener la clave para los cambios en todos los órdenes necesarios. Las crisis, coinciden grandes pensadores, se pueden solventar con imaginación y creatividad, pero para ello se necesitan personas preparadas para hacerlo, con un gobierno que lo propicie y les incentive, reclutando capacidades e intelectos, formándolos en suelo propio y ajeno, y dejándolos/as ejercer cuando estén en su punto de productividad natural. Lejos de influencias y parentescos para ocupar los lugares adecuados en el orden político y social donde puedan dar solución a los problemas que diariamente se enfrentan. El mejor legado que puede dejar una familia a sus hijos/as, o un gobierno a su pueblo, es el conocimiento.

La tercera sería en referencia a la economía nacional y se basaría en la tendencia de previsiones “cero”. Es decir, no admitir el déficit en ninguna administración, con presupuestos adecuados a las recaudaciones hacendarías, con control estricto y perfectamente calculado. Los gastos por ende deberían ser reducidos y esto trastocaría toda una reforma que salpicará en forma directa al financiamiento de los partidos políticos y al costo de las elecciones, en realidad el único recurso que deberían recibir los partidos políticos es publicitario en tiempos y espacios en medios de comunicación con tiempos iguales para los registrados, creando con ello términos igualitarios. El número de diputados y senadores también debería reducirse, generando políticos de tiempo completo y con garantías de servicio, por ello no debería haber más de un diputado por cada millón de habitantes y un senador por estado. Las elecciones quedarían simplificadas a dos, una cada seis años para presidente (que podría reducirse a cinco), gobernadores y presidentes municipales, y otra cada cuatro años que implicaría a diputados federales, estatales y senadores.

Es importante que los gobiernos para generar grandes ingresos en la cuestión de recaudaciones por impuestos deban basarse en normas simples y entendibles para toda la sociedad, una tasa única de impuestos seria genial si fuera acompañada de un uso honesto de los mismos. Una tasa única además propicia el entendimiento y el buen manejo sin excusas. La Iglesia y algunas otras comunidades manejaban un diezmo, es decir el diez por ciento del dinero que recaudaras antes de gastarlo. Solo imagínense lo que ocurriría en una nación como México en la que solo una parte mínima de la población paga impuestos y la mayoría de ellos engañados o “camuflados”. El presupuesto queda dependiendo casi en totalidad de los ingresos petroleros. El impuesto sería para cualquier persona que cobrara o vendiera o generara una transacción, sin importar por lo que esta se debiera, pagará, en ese momento un 10% al Estado de forma obligatoria.

Corrupcion: Fracaso de un sistemaCon ello y teniendo en cuenta la población activa del país se recaudarían muchos más fondos de los que se ingresan hoy en día. Un estudio del Banco Mundial en 1986 sobre México aseguraba que en este año solo un  8.9% del total de la economía nacional pagaba impuesto, situación que con el paso del tiempo se sostiene.

En este rublo si lográramos extirpar la idea de los que tienen más pagan más, y los que tienen menos pagan menos, y ejerciéramos el concepto de todos pagan el mismo porcentaje, ese mismo porcentaje aumentaría en forma proporcional a las cantidades. En todo caso, lo cierto es que una economía sana mantiene un país sano.

Estos tres puntos dejan de lejos de ser la solución a todo un problema de corrupción que se va generando poco a poco, sin pausas y que crece día con día sin que nos demos cuenta de su magnitud, al final el resultado es el que todos/as sin importar quienes seamos o que lugar ocupemos en la sociedad queremos evitar y que no se produzca.

Nuestra condición de humanos nos deja un alo de esperanza a través de nuestra fe, en niños y niñas que hoy empiezan a crecer y que nos obligan por naturaleza a soñar en un mundo mejor, más equilibrado, en donde la sociedad tenga un solo objetivo común. Una calidad de vida mejor para todos.

SAMATO.
Sociólogo empírico.